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En California se piensan y hacen cosas que cambian al mundo. Visitarla ayuda a entender y anticipar muchos de esos cambios. Autos robotizados, más seguros, confortables y con innumerables servicios (cámaras, sensores, GPS), propulsados por energías renovables y compartidos por varios usuarios, probablemente cambien el paradigma del transporte y de la circulación en las ciudades. Menos autos sin emisiones, menos tráfico y más movilidad. Alguien menciono la idea de que un auto será una “computadora con ruedas”. También es disruptiva la posibilidad de fabricarlos con impresoras 3D replanteando las ventajas de la escala y el trabajo en serie. Una nueva división del trabajo esta naciendo y no es futurología o pura utopia. En la fabrica de Tesla uno ve a casi todos los trabajadores consultando y operando sus propias PC, la fabrica se parece cada vez mas a una oficina de una empresa de software. ¿Cómo serán los gremios del futuro cercano? ¿Cómo se preparan para dejar de defender un trabajo que ya no existirá? ¿Cómo piensan adaptarse a los nuevos que vendrán? ¿Cómo hacer una transición armónica, incluyente, con entusiasmo y disciplina?
En el Stanford Research Institute (SRI) se puede experimentar la vida con las asistentes virtuales. Los nuevos programas en los smartphones permitirán ayudarnos con la agenda, resolvernos los problemas del tránsito, recordarnos los medicamentos que debemos tomar. Los jóvenes hoy usan el programa Siri, de Apple, la herramienta más avanzada de esta tecnología, pero pronto Siri será una abuelita.
La idea de individuo y comunidad se renuevan constantemente; hay un cambio en la cultura, que produce una especie de encandilamiento y confusion. Pero estas herramientas pueden contribuir a acercar a los más alejados, integrándolos y generándoles nuevas oportunidades. En Snapchat se exploran formas más emotivas de comunicación colectiva. ¿Cómo podemos reeducamos, grandes y chicos, sin caer en esta especie de hipnosis que nos aleja de lo cercano y acerca a lo lejano? Las distancias se acortan, como en la época de los primeros trenes.
Los temas son vastos: el uso de la robótica, con beneficios para la tercera edad y la salud; la electroadhesión, que revoluciona la logística o los servicios de limpieza; la nanotecnología, la genómica, la inteligencia artificial y la convergencia de todas ellas.
A pesar de que el interés y la fama de California se basa en las industrias tecnológicas que cambiaron para siempre la forma de hacer las cosas –la cultura– en el planeta, hay numerosas sorpresas para los que estamos distraídos en los temas de la intensa cotidianeidad, la revolución de las energías renovables es una de ellas. La experiencia nos permite imaginar un futuro muy cercano donde la “cosecha” de luz y viento permitirá disminuir sensiblemente el calentamiento global, abaratar los productos de consumo y propiciar el desarrollo de nuevas geografías, hasta ahora imposibles de imaginar con alguna actividad económica.
El mundo no ha estado inmóvil en este desarrollo. Las renovables ocupan hoy el 32% del consumo total en Alemania, quien tiene sólo en energía eólica un 40% más de potencia instalada que Argentina sumando todas sus fuentes; Italia instaló en poco más de 5 años una cantidad de energía solar similar a toda la potencia que demanda Argentina (20GW) y tiene en su matriz una componente renovable igual a algo más de 2 Argentinas enteras (50GW); no hay que ir lejos, Uruguay modificó su matriz energética y hoy entre energía eólica, solar y biomasa cubre el 28% del total de su consumo. En Estados Unidos estiman que, en 5 años, el costo de la energía solar con almacenamiento cruzará el punto de conveniencia para dejar de generar energía eléctrica en usinas térmicas, aun con un precio de petróleo por debajo de US$50 el barril.
Las nuevas leyes e iniciativas de políticas públicas permitirán a Argentina comenzar a caminar por esa senda. El desafío es llegar a un 20% de penetración de energías renovables en la matriz, un límite técnico cuando no se cuenta con almacenamiento a gran escala. Pero el mundo trabaja arduo en eso, en desvanecer ese límite haciendo foco en la baja del precio del litio y en avances tecnológicos de nuevas baterías de almacenamiento, nuevas fórmulas, otra química; no falta mucho, la energía eólica y la solar están dejando de ser intermitentes y ya lo están consiguiendo a costos competitivos.
Según Sebastián Kind, subsecretario de Energías Renovables de la Nación, alcanzar un objetivo del 20% en 10 años permitiría sustituir importaciones de combustibles por US$30.000 millones (una reserva del Banco Central). Todo esto en un mundo donde el precio de la energía renovable cae año tras año, donde no hace falta subsidiarla, donde todos la preferimos porque se trata de energía confiable, segura, que conlleva un mínimo impacto en el ambiente y, por sobre todo, porque es energía económicamente más conveniente que aquella que desplaza en la generación de energía eléctrica convencional. En zonas protegidas de infinita belleza, como gran parte de nuestro país, el uso de energía renovable mitiga además los riesgos asociados con el transporte y uso de combustibles fósiles. Por otro lado, la lucha contra el calentamiento global esta muchísimo más cerca de lo que imaginamos y hacia ahí debemos ir con celeridad.
En los próximos 30 años pasaremos de 7 a 10.000 millones de habitantes, 3.000 millones más en clases medias, la expectativa de vida subirá rápidamente y el proceso de urbanización seguirá creciendo. En medio de estas realidades, entre muchas más que están ocurriendo en algún garage de Palo Alto o Buenos Aires, el desafio de la política, de la academia, de la sociedad civil y de los empresarios es como incluir a la sociedad en este nuevo mundo que asoma velozmente. Un mundo en donde 7 de los 10 trabajos del futuro hoy no existen. Sostener el empleo va a estar relacionado con la capacidad de cambiarlo, no hacerlo nos puede condenar a la pobreza e insignificancia.
Estas iniciativas llegan lejos y rápido en Estados Unidos porque hay conciencia de la necesidad, con un Estado que acompaña el desarrollo, que brinda infraestructura, centros de conocimiento y acceso al financiamiento de diferentes formas. Sin acceso al capital, las ideas se transforman en utopías, en deseos no realizados, en la sensación de que no podemos y de que no somos capaces. ¿Estamos preparados para poder acompañar este mundo? ¿Hay abogados, contadores, historiadores, sociólogos o cientistas políticos que puedan liderar, acompañar o revisar este proceso?
Hay que conversar sin gritos ni prejuicios sobre estos temas. La sociedad argentina tiene una gran oportunidad de ser líder porque tiene con qué hacerlo. En Argentina el capital humano es sofisticado, hay muchos emprendedores bien reconocidos tanto en el país como en el exterior, pero muchos más lo son en potencia. Tenemos un país con recursos de todo tipo y sin conflictos sociales, salvo los que provienen de nuestros propios prejuicios, miedos e ignorancia. Los empresarios de este tiempo, en combinación con el Estado y la sociedad en su conjunto, tenemos un desafio mayor: generar un proceso donde la innovación y la integración sean incluyendo a las mayorías. No debemos caer en el error de paralizarnos. y, en nombre de buenas causas, autocondenarnos a una progresiva pobreza. Debemos construir una sociedad de esperanza, con bienestar y dignidad: una Argentina para el mundo.
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Fuente: ieco.clarin.com