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23 Marzo, 2018
Cuáles son los planes de Victoria Capital, el fondo dueño de Los Grobo
Carlos García, número uno del fondo que adquirió Los Grobo en 2017, prepara el lanzamiento de su tercer vehículo para invertir en la región. Se define como generalista pero no mira sectores regulados.

Pasa inadvertido, escondido tras el común de su nombre y apellido. Pero Carlos García no es alguien más en el mundo del private equity: lidera Victoria Capital, firma que levantó dos fondos por US$ 1700 millones, enfocada en América latina y creada en 2002 por casi el mismo management que dirigió Donaldson Lufkin & Jenrette –conocido en la industria por sus siglas, DLJ–, empresa a la que García se unió en 1995 y en la que lideró todas las inversiones para América latina. Pero eso es historia: en diciembre último, Victoria Capital culminó su segundo fondo, de US$ 850 millones, y prepara el tercero, que al parecer no será ni el vencido ni pequeño.

De perfil bajo en la Argentina, Victoria Capital levantó tierra en 2016, cuando se hizo con más del 70 por ciento de Grupo Los Grobo e inyectó US$ 100 millones junto a la Corporación Financiera Internacional (IFC), UTIMCO (The University of Texas Investment Management Company) y el FMO, Banco de Desarrollo Holandés. El propósito de la operación, tal cual fue especificado en el formal comunicado de prensa, es duplicar el tamaño de la empresa en los próximos cuatro años. “No es que seamos inversores orientados al sector agrícola, pero vemos en él que la Argentina tiene una ventaja competitiva y sostenible”, dice García, aunque aclara: “No es la primera. En 2014 compramos el control de una compañía, Satus Ager (NdR: dedicada a producir semillas contra estación, luego vendidas en el hemisferio Norte)”. En julio pasado, llegó desde Grupo Newsan como CEO a Grupo Los Grobo uno de los hombres de confianza en Victoria Capital, Jorge Arpi –contador público, MBA en el exterior, 56 años. “Fue uno de los ejecutivos claves nuestros en Peñaflor”, recuerda García. Le dejó su lugar Horacio Busanello, quien en 2017 había cumplido seis años en la firma.

Pero más allá de que su última apuesta en la Argentina haya sido Los Grobo, García define a Victoria como una firma “generalista”, aunque la excepción a la regla son las industrias reguladas. “Nunca hemos querido involucrarnos en estos negocios. Ha sido un ‘no’ a lo largo de toda la región y desde la creación de la firma”, sentencia. Tampoco siente la obligación de invertir una determinada cantidad de veces por fondo, a pesar de que los números hayan sido casi iguales en los primeros dos (nueve empresas). “Tenemos absoluta discreción para elegir en cada momento de la vida del fondo –o de los fondos– dónde invertir y qué tipos de transacciones hacer”, enuncia.

Es que Victoria no es tercer sector, y García lo quiere dejar en claro. “El objetivo como firma de private equity es generar una ganancia de capital para nuestros inversionistas”, admite, y habla de la regla ganancial que rige al mercado estadounidense. “Es de 500, 600 puntos básicos por arriba de los mercados públicos, eso en una serie larga de 10, 15, 20 años. Si uno mira la serie histórica, debería dar en el orden del 13, 14 por ciento en el mundo desarrollado”, declara. Pero él está en Buenos Aires; a lo sumo, en San Pablo. “Nosotros, para invertir en América latina, aspiramos a generar retornos arriba del 20 por ciento en dólares”, diferencia.

Habla del anhelo, que no siempre se convierte en realidad. “En la vida de un gestor profesional siempre hay un patito feo y una nena bonita”. De las nueve inversiones que Victoria realizó en el primer fondo, García recuerda que tuvo medio fracaso –no especifica cuál fue– y del segundo todavía no nació alguno. “De las nueve transacciones del segundo fondo, hay dos que probablemente mostrarán claros indicios de éxito y realización parcial de las inversiones pronto. Pronto”.

Próxima cosecha

Enero y febrero son meses de trabajo para García y equipo, quienes ya piensan en el levantamiento del tercer fondo. “Nuestro último fondo fue de US$ 850 millones. No está resuelto, pero diría que, dada la circunstancia de la región, no será mayor a ese monto, seguro, porque no creo que el apetito por la región nos permita ir mucho más allá de eso”, indica. El período de inversión del segundo fondo terminó el 29 de diciembre. “Con lo cual, saldremos al mercado en algún momento de los primeros dos meses del año”, añade. Buscará que el modelo sea institucional. “Todos fondos de pensión internacionales, compañías de seguro internacionales, endowments de universidades, fondos soberanos”, explica. Sí quiere un cambio: el del lugar de origen de esos fondos. “Nos gustaría tener fondos inversores latinoamericanos institucionales: fondos de pensión chilenos, colombianos, peruanos... o compañías de seguros. No los tuvimos en el segundo fondo, porque se levantó muy rápido y muy rápidamente estuvimos sobresuscriptos con gente de fuera de América latina”, recuerda.

Que salga ahora se debe a circunstancias y situaciones de organización interna de la firma. “Este es un negocio donde la decisión fundamental que toman los inversionistas es apostar a lo que se llama track record. Y nosotros tenemos un par de transacciones al punto de ser realizadas, que generarán retornos muy atractivos para nuestros inversionistas. Entonces, desde el punto de vista del timing, quizás es preferible esperar un poquito y llevarlas cerradas, acordadas”. Ya preparó un pipeline preliminar con compañías de la región, pero es cauto. “Es un negocio de bajísima tasa de suceso. Terminamos cerrando en la vida del fondo el 0,75 por ciento de la cantidad de operaciones que evaluamos. En números redondos, de nueve inversiones, miramos a lo largo de cinco años 1000 oportunidades”. A futuro, no cambiará mucho la cuestión. “Seguramente, terminemos cerrando el 1 por ciento de lo que estamos mirando”, dice.

Ni se le pasa por la cabeza dedicarse solamente a su país: lo atestigua con la estrategia regional. “En 2007 teníamos una oficina en San Pablo y una en Buenos Aires. En 2011 ampliamos nuestra presencia a Bogotá y en 2012 a Nueva York,  más por una cuestión de administración y relación con inversores”, destaca. Pero no es todo, ya que Lima está en los planes. “Es uno de nuestros cinco mercados, uno relativamente grande: tenemos un peruano trabajando hace mucho con nosotros en Buenos Aires y ha llegado el momento de abrirla. Para captar las oportunidades uno tiene que estar cerca de donde ellas pasan”, dice. Con menos certezas, García habla de Santiago de Chile, donde extrañamente todavía no están. “Eventualmente, algún día, y que tengamos así presencia en los cinco países que nosotros definimos como mercados objetivos”, plantea.

Mira la región. No obstante, sabe que no es la misma que hace un par de años. “Hasta 2013 fue extremadamente atractiva y había records de fundraising para invertir. Las estadísticas se han reducido sustancialmente los fondos que se han levantado, porque la región, en sí misma, a partir de 2013, entró en un periodo en el que ha perdido atractivo”. Pero dedicarse exclusivamente a la Argentina sería una locura hoy día, cree. De todas maneras, esboza hipótesis si lo hiciera: “Si yo hoy fuera a querer levantar un fondo dedicado exclusivamente a cualquier país de América latina, salvo México y Brasil, probablemente no lo lograría. Es una cuestión también de tamaño. Hoy podés ir a un modelo regional, como el nuestro, que incluya a la Argentina y levantar capital: sí”.

Con US$ 1700 millones a cuestas y la confianza de fondos pesados detrás de sus espaldas, García o uno de los suyos nunca se quedaron callados en una reunión de directorio, cualquiera haya sido la empresa en la que entraron. “En general, en tres de cuatro transacciones que hacemos tomamos el control de las compañías y en un cuarto no lo tomamos, pero lo compartimos con alguien más, con un acuerdo de accionistas que nos permite reservarnos una determinada cantidad de decisiones. Lo que nunca hacemos es ser un socio minoritario pasivo: está fuera de nuestra filosofía”, informa. Para que decida compartir decisiones se deben dar ciertos requisitos. “El carácter y personalidad del socio: para nosotros ese es un tema determinante. Porque si la calidad del socio no es la adecuada, es muy probable que terminemos en algún problema”. El conocido comentario en la industria resume los peligros: “Con buenos socios uno puede resolver los problemas de los negocios que no andan mal. Con malos socios, no puede resolver los problemas de los negocios que andan bien”, recita.

Cuando desea, García es esquivo y habla difícil; utiliza el mecanismo cuando se refiere a las valoraciones que Victoria Capital imprime en los contratos. “Las fijamos en base a un precio que a nosotros nos permita generar un retorno adecuado, en base a una percepción de riesgo razonable”. Y simplifica la explicación: “Somos, por definición, conservadores. Normalmente tendemos a ser ácidos respecto a la concreción de un plan de negocios”. Para un antiguo entendedor, pocas palabras: “A lo largo de mis 30 años haciendo esto, pocas veces vi que le peguen a un plan de largo plazo tal cual fue presentado. Eso me hace, inevitablemente, escéptico”. No lo cegaron con la burbuja de Internet en 2001, cuando DJL era accionista de Editorial Atlántida. “Nos llegaba una cantidad enorme de oportunidades para invertir en negocios de Internet”, recuerda García, quien hizo lo mismo que ahora: reunió a la tropa, posó los papeles sobre la mesa y empezó a hacer cuentas. “Tomamos los 100 proyectos que habíamos visto que se basaban en ingresos por publicidad, tomamos el tamaño de mercado más grande de publicidad que esas proyecciones daban, sumamos las participaciones que decían los 100 proyectos, y daba 30 veces el tamaño del mercado”. El inversor escuchó el “pum” antes de tiempo y escapó. “Acá hay algo que no funciona”, dijo, en ese entonces.

Con burbuja o sin ella, García recibe los números y los da vuelta, siempre a su favor. “Elaboramos un plan de negocio ajustado, modificado a lo que es nuestra percepción del riesgo potencial de concreción del negocio. Luego, en función de eso, tomamos una visión de cómo y cuándo se puede salir de ese negocio. Y el cómo es muy importante, porque defino implícitamente a qué múltiplo o a qué valoración yo creo que se va a poder vender. A partir de ahí defino el precio al cual puedo entrar, para generar una tasa de retorno como la que yo quiero”, explica, y da cuenta del antagonismo total que hay con la industria del venture capital. “Es un negocio mucho más de identificar oportunidades que no necesariamente se correlacionan con la historia. Son cosas mucho más disruptivas. Nuestro negocio, originado en el modelo de buyouts y de growth capital, es uno que trata mucho más de construir el puente que explica por qué de la realidad actual se va a pasar a una distinta”.

El gestor ve que las firmas internacionales caminarán con talón de Aquiles por la Argentina. “El gran problema, para mi gusto, es que por definición dejan una cantidad de oportunidades que no pueden capturar. Eso hace que los megafondos estén dando lugar a una enorme oportunidad para los mid market buyers”. Son muchas las nuevas firmas que aparecen creadas por exmiembros de las grandes. “Buscan capturar las oportunidades que quedan”, apunta. Y se pregunta algo lógico, al citar el nuevo fondo de Apollo, de US$ 24.000 millones. “¿Cómo hace para interesarse en América latina? ¿Cuántas transacciones puede encontrar donde poner un cheque de US$ 1000 millones? Ese espacio es el que van a capturar otras firmas, más chicas, que ojalá seamos nosotros, las firmas latinoamericanas”. Pero dice no fiarse, dado que otras acechan: “Hay un universo grande de inversores que sigue interesado en invertir en América latina”.

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Fuente: apertura.com

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