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02 Noviembre, 2017
El optimista de la soja
Gustavo Grobocopatel es el mayor empresario del agro argentino y es un entusiasta de los cambios políticos y económicos que emprendió el país hace dos años. Con un ojo puesto en las benditas tasas chinas y otro en los malditos costos de producción, aboga por la transnacionalización de las empresas y la reforma laboral.

“Mis patrones son los jubilados de Canadá, los ciudadanos de Singapur y los alumnos de la universidad de Texas”. Cada vez que vuelve a Carlos Casares, Gustavo Grobocopatel explica así la fabulosa operación que cerró hace unos meses con la compañía que lo proyectó a la fama global. A fines del año pasado, este descendiente de gauchos judíos que vinieron del antiguo imperio ruso le vendió el 75 % de las acciones de su compañía a un consorcio que lidera el fondo de inversión Victoria Capital Partner y que integra además la Corporación Financiera Internacional -brazo financiero del Banco Mundial-, el Banco de Holanda y Tinco, un fondo de la Universidad de Texas. “Vendí muy contento, no solo por la inyección de capital -100 millones de dólares- sino porque los socios que yo tenía pudieron vender su parte. Siempre fue una empresa familiar, donde yo tenía la responsabilidad sobre mis hombros de mis hermanas y mis sobrinos”, dice.

Grobocopatel es el optimista de la soja. Con 800 empleados y 50.000 hectáreas sembradas, forma parte de la elite que, más allá del entusiasmo o fastidio con cualquier gobierno, vive mirando hacia China. Ni la caída de Brasil ni los aranceles de Donald Trump al biodiesel argentino lo alteran demasiado.

“China no crece al 10 % como antes, pero crece al 7 y sigue demandando. Desde el primer año que empezó a crecer, había gente que decía que esto no duraba. Este año va a importar 95 millones de toneladas, dos cosechas argentinas. Quizás un 6 % de crecimiento ahora es más importante que 10 hace 20 años, porque lo que cambia es la base”.

Grobocopatel no tiene dudas sobre las intenciones de Trump: el nivel de aranceles es para sacar de la cancha a Argentina. Pero, dice, no sabemos cuál es el efecto sistémico: biodiesel, aceite, harina son tres patas del mismo ecosistema. “Si Estados Unidos destina más aceite a biodiesel, probablemente el mundo nos compre más aceite a nosotros. En el corto plazo, puede deprimir el precio de la soja pero en el mediano y largo plazo depende de la demanda mundial que va creciendo”.

El dueño de Los Grobo pasa la mitad de su tiempo fuera del país. Atento a “la innovación”, “las transformaciones del nuevo campo” y “las oportunidades de negocios”, viaja al MIT, a Silicon Valley, a Israel. Mira lo que pasa en Brasil, en Colombia y en México. Con el área de consultoría de su empresa, hoy asesora al gobierno de Mauricio Macri. Pero también se sentó hace dos años en la mesa de negociación por la paz con las FARC para asesorarlos sobre posibles desarrollos rurales una vez que abandonaran las armas. Estuvo en Uganda, en Kazajistán, en Albania. No para.

“La globalización hace que el campo de juego no sean las naciones. Estamos discutiendo un acuerdo con la comunidad europea y la resistencia fundamental es de los agricultores franceses que temen una invasión de productos del Mercosur. ¿Cómo los países se defienden de eso? Haciendo que los agricultores franceses inviertan en el Mercosur, así se integran y tienen los beneficios de producir en zonas más competitivas. Las trasnacionales hacen falta porque tenés que jugar en una cancha muy amplia. Si nosotros logramos tener 50 empresas de clase global distribuidas por el mundo produciendo alimentos vamos a estar salvados del proteccionismo”, afirma.

Desde hace años, el empresario de 58 años predica por un país que genere multinacionales que puedan hablar el lenguaje del capitalismo del siglo XXI: dejar de exportar para invertir en el exterior, como sugiere el analista Jorge Castro. Sin embargo, cuando se le pregunta por qué no sucede, Grobo baja a la tierra. Se queja de la presión impositiva, de la calidad del Estado, de la falta de integración, de los sindicatos: todo lo que -según cree- conspira contra la productividad pero que “Macri no va a resolver en dos años”.

¿Por qué decís que el gradualismo del gobierno lo pagan los empresarios?
El gradualismo es una forma elegante de decir que la transición la pagan los empresarios. Mayormente. Obviamente lo pagamos todos... Es peor el shock, obvio que es peor.

¿Y entonces?
Estoy de acuerdo con el gradualismo porque evita que haya más impacto social. Ya lo vivimos en el 2001. Los empresarios somos los que más podemos pagar, pero lo que digo es que la sociedad tenga conciencia de que este proceso lo estamos pagando. Porque no tenemos rentabilidad, porque perdemos, porque no tenemos posibilidad de crecer, de generar empleo, de invertir, de hacernos trasnacionales, o de crear nuevas pymes.

Otros dirían que lo está pagando el Estado con déficit fiscal y las futuras generaciones que quedan endeudadas.
También. Pero parte de esa deuda la teníamos reprimida de antes. No estaba en la cuenta del banco, pero estaba en la cuenta de la sociedad que no tenía rutas o le debía a los proveedores. 

Votaste Grobos

Grobocopatel tiene muchos amigos en el gobierno de Cambiemos. Conoce desde hace años a la camada de CEOs que aterrizó en el Estado junto a Macri y pide que no se los juzgue por eso. Con 22 años, su hijo Rosendo es parte de la nueva generación que se ilusiona con el nuevo ciclo: “Miro el entusiasmo que tiene de participar de lo público y me emociono. Porque soy de una generación donde (el salto de los privados al sector público) no se podía hacer. Estaba prácticamente prohibido, era un desastre”, dice.

Para el optimista de la soja, lo crucial del éxito de Cambiemos en 2015 y 2017 no es su propio triunfo sino la consolidación de un paradigma: “Yo como empresario, más que apoyar a un gobierno, apoyo a un sistema. A mí hoy no me importa tanto Cambiemos sino quién es la oposición y qué va a pasar después de Cambiemos. Me preocupa que el que venga cambie la dirección del barco”. Determinar esa dirección, sin embargo, es difícil. Según Grobocopatel, el país puede financiarse de dos maneras: con deuda o generando superávit, “y para eso hay que bajar salarios y despedir a mucha gente del Estado. Y me parece que están haciendo lo que pueden… Yo creo que este gobierno es más socialista que el de Cristina”.

¿Por qué? ¿A qué te referís?
Porque está haciendo cosas pensando más en la gente. Una época como la que vivimos con Néstor, de los superávits gemelos, era el momento de hacer una transformación estructural en la Argentina que dé trabajo e inversión. Los rifamos.

¿Pero socialista? ¿El gobierno de Macri reparte?
Está repartiendo más dinero de una mejor forma, tratando de desintermediar la ayuda social para que la gente sea más libre. Y crea un menor impacto social a través del gradualismo. Las crisis en la Argentina se resolvieron siempre con shock y generalmente los hicieron los peronistas. Este gobierno cuida más a la gente que los peronistas. Es un dato de la realidad, lo otro es retórica; yo puedo hablar de la lucha de clases, los trabajadores, pero estos son datos de la realidad.

No es tan así

Durante los fines de semana, el magnate que tiene sus oficinas en el octavo piso de una torre que se inclina sobre Puerto Madero es otra persona. Canta con el Trío Cruz del Sur por los pueblos del interior bonaerense, actúa en el Jockey Club, viaja a Francia y a Estados Unidos, va adonde lo llamen. Además, hace música de cámara, una faceta para la que se perfeccionó durante los últimos 30 años como cantante lírico.

Junto con “Matriarca”, la firma de arte nativo e hilandería warmi que lleva adelante junto con la emprendedora coya Rosario Quispe, la música es una de las formas que el dueño de Los Grobo encuentra para disfrutar, asociarse y, al mismo tiempo, galvanizar la imagen que tantas veces brinda: la de un empresario del agronegocio, moderno y audaz, que solo se preocupa por su interés. Grobocopatel cree que con el Presidente Macri no hubo ajuste, no hubo devaluación del 50 por ciento en pocos meses -“fue blanquear la diferencia que había con el blue”- y no hubo siquiera beneficio para el campo, uno de los grandes ganadores de un primer año en el que la mayoría perdió feo.

“La cosecha aumentó menos por realidad que por entusiasmo. Hasta el 10 de diciembre, el productor perdía guita y se iba comiendo el patrimonio. El 70 por ciento del campo sigue pagando retenciones. No se benefició sino que dejó de desbeneficiarse. ¿Porque reaccionó rápido el campo? Porque vio que cambiaba la dirección del barco, pero no porque haya mejorado su realidad. Hoy la realidad es peor que en la época de Cristina: los precios bajaron, los costos subieron, hay inundaciones. Estamos mal pero contentos. Es un mito que el gobierno benefició al campo”, sostiene.

El dueño de Los Grobo argumenta que la producción de soja en Argentina no sube a causa de las retenciones a contramano de lo que sucede en Brasil y Estados Unidos. Entiende que Macri no puede prescindir de las retenciones a la soja pero dice que fijar la alícuota en el 30 por ciento deteriora el sistema productivo, genera desincentivo y es anti-productividad. Además cuenta que le propuso al gobierno un esquema que fue ignorado: mantener un porcentaje bajo de retenciones para el trigo y el maíz en lugar de eliminarlas y bajar un poco más las del cultivo que se expandió como nunca en los últimos 20 años, el que concentra las inversiones del propio Grobo. “Hay un desequilibrio entre los cultivos y hubiese sido un incentivo para industrializar materias primas, como la leche”, afirma. Y después aclara: “No soy un fanático de las retenciones cero. Es un instrumento de política pública pero no puede ser la base de la recaudación”.

Des-salariazo y revolución productiva

Como cualquier empresario de los grandes, Grobocopatel cree que hace falta avanzar -de manera urgente- con una reforma laboral en Argentina. Aunque dice que no vio los detalles de lo que aprobó Brasil en un paquete de leyes que flexibilizan al máximo las condiciones laborales, su mensaje es similar al de otro empresario global, Marcos Galperín. Como parte de un juego en el que los hombres de negocios aparecen para meterle presión al gobierno, a principios de septiembre el dueño de Mercado Libre escribió en Twitter que a la Argentina sólo le quedan dos opciones: imitar a Brasil o perder millones de empleos.

“Grobo” también lo dice, a su manera. “De cada 10 trabajos del futuro, hay 7 que no existen. Cada vez se va a necesitar menos gente en la industria por la robotización. Tenemos que ir a un sistema que estimule el empleo. Mi ideal de país es que haya cada vez más obreros o empleados que se hagan emprendedores, que armen sus propias compañías, que se asocien con otros. La clave es la empleabilidad. Hay un problema de costo, que no tiene tanto que ver con el salario sino con la productividad”.

¿Cuál es el obstáculo para la reforma laboral que el empresariado pide a coro? Con sus más y sus menos, con sus diferencias y sus divisiones, incluso con sus límites, la piedra en el zapato son los sindicatos argentinos. “Los sindicatos sirven para defender los derechos de aquellos que son menos empleables y mi desafío es hacer que la gente sea más empleable. El rol de los sindicatos en el futuro va a cambiar de una agenda de defensa del salario y de derechos hacia una agenda de apertura de oportunidades. Si no, también van a ser instituciones que van a tender a desaparecer”.

Por eso, en sus últimas conferencias ante los empresarios del campo, Grobocopatel planteó la necesidad de “uberizar” el transporte de granos para “bajar los enormes costos del transporte; hay que cambiar esa lógica”.

La familia Moyano no debe estar muy contenta.
No, sí, debería. Te explico. Son los mismos camioneros de Moyano que tienen la herramienta de acceder a las cargas en forma más eficiente. Que empiecen a ganar más guita y por lo tanto tener posibilidad de bajar más el costo del transporte y ser más eficientes.

El entrevistado sintoniza con la prédica del nuevo oficialismo. Dice que Mauricio Macri es “ansioso” y si fuera por él, haría las cosas más rápido. Pero no puede evitar algunas críticas con el estilo desangelado que el Presidente le imprime al día a día. Dice que el gobierno no entendió muy bien el tema de mostrar un horizonte positivo y que necesita un relato épico para su proyecto. “Vamos a tener varios años de un escenario complicado. Empresarios con gradualismo, trabajadores con problemas. No va a haber inversiones rápidamente. La felicidad de la gente depende más de las expectativas que de la realidad.

Tenemos un valle complicado y hay que ver cómo podemos generar una especie de épica sobre lo que estamos haciendo. El gobierno te dice que genera las condiciones de integración al mundo y un Estado de calidad. Pero no es suficiente. Vamos a necesitar un discurso épico mucho más claro y lo tiene que generar el gobierno”.

Si hay algo que no quiere Grobocopatel, es que la Argentina vuelva al pasado, reciente.
"Para mí el espacio kirchnerista, si es que sostienen lo que hicieron durante los 8 años de Cristina, están fuera del mundo. No estoy en contra de Cristina ideológicamente, es más, creo que tiene razón en algunas cosas. Estoy en contra de la nefasta calidad en la gestión de lo público: fue un desastre. Nos aislaron del mundo, mataron la iniciativa privada, el emprendedorismo, crearon un Estado a favor de la corporación política. ¿Volver a eso? ¿Pensar que eso fue bueno? Después de 8 años de haberlo probado, yo no sé cómo hay gente que lo aprueba. Probamos que no sirven para gestionar lo público".

¿Y Macri?
Bueno, dentro de dos años más te diré y dentro de ocho años no sé, si está. Yo creo que la sociedad tiene que tener mecanismos de recambio.

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Fuente: playboyrevista.com
Por Diego Genoud | Fotos por Ignacio Sánchez

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