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Las amenazas de aranceles comerciales del presidente Trump a China podrían causar un grave daño a las economías latinoamericanas, según me dijeron varios altos funcionarios, líderes empresariales y economistas.
La cumbre se centró en los esfuerzos conjuntos de Estados Unidos y América Latina para reducir la corrupción, y en la crisis de Venezuela.
Pero la cancelación de la participación de Trump en la cumbre, a último minuto, cayó como un balde de agua fría y provocó que algunos jefes de Estado cancelaran o acortaran sus visitas. Trump fue el primer presidente de Estados Unidos en no participar en estas cumbres regionales en casi 25 años, y el primero en la memoria reciente que no ha puesto un pie en América Latina durante su primer año en el cargo.
La Casa Blanca dijo que Trump necesitaba quedarse en Washington para monitorear la situación en Siria, pero pocos aquí tomaron esa excusa en serio. En 2011, el presidente Obama lanzó un ataque contra Libia mientras visitaba Brasil y varios otros presidentes estadounidenses han manejado crisis extranjeras mientras viajaban.
Antes de la cumbre, algunos analistas habían especulado con que una guerra comercial entre Estados Unidos y China podría beneficiar a Latinoamérica, porque crearía más oportunidades de exportación para América Latina. Sin embargo, Alejandro Werner, el director regional del Fondo Monetario Internacional, me dijo que una guerra comercial deprimiría la economía mundial y reduciría la demanda por las exportaciones latinoamericanas. "No hay ganadores y perdedores en una guerra comercial", afirmó Werner.
México y América Central se verían perjudicados por la alta dependencia de sus exportaciones al mercado estadounidense, así como por una posible caída de las remesas familiares y el turismo de Estados Unidos. Y los países sudamericanos, que exportan principalmente materias primas, sufrirían una desaceleración en la demanda de China, lo que deprimiría los precios mundiales de los productos básicos.
Además, la mera amenaza de una guerra comercial ya está creando incertidumbre y podría inhibir las inversiones en muchas industrias, además de las que ya han sido objeto de amenazas de aranceles.
"Si tú eres el CEO de una industria que no se ha visto afectada por las tarifas pero que podría verse afectada en el futuro, podrías frenar tus planes de inversiones", me dijo Werner.
Los temores de una guerra comercial entre Estados Unidos y China se dispararon desde el 9 de marzo, cuando Trump anunció que impondría aranceles del 25% sobre las importaciones de acero y del 10% sobre las importaciones de aluminio. Desde entonces, Estados Unidos y China han escalado la apuesta varias veces, amenazando poner aranceles a más de 1400 productos de ambos países, incluyendo las exportaciones de soja de Estados Unidos a China.
Gustavo Grobocopatel, uno de los principales exportadores de soja de la Argentina que habló ante varios presidentes durante la cumbre sobre los desafíos del sector agroindustrial de América Latina, me dijo que los aranceles de China a la soja de Estados Unidos no ayudarían a América Latina. Por el contrario, crearían falta de certeza y volatilidad en los mercados.
"En el corto plazo, perjudicaría más a Estados Unidos, pero a la larga nos perjudicaría a todos", me dijo Grobocopatel.
Las erráticas políticas comerciales de Trump son una gran preocupación para los presidentes latinoamericanos. Trump se retiró el año pasado del Acuerdo de Asociación Transpacífico de 12 naciones asiáticas y latinoamericanas. Pero la semana pasada, señaló que tal vez quiera reintegrarse a ese acuerdo.
Algo parecido ocurre con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá. Trump dice un día que quiere salirse de ese tratado y al día siguiente afirma que quiere quedarse si se vuelve a negociar a su gusto.
Viendo las cosas desde esta cumbre regional, pareciera que el mundo está patas para arriba: Estados Unidos es el país populista, anti-libre comercio, imprevisible y poco confiable, mientras que los países más grandes de América Latina parecen las voces de la cordura. ¡Quién lo hubiera dicho!
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Fuente: Diario La Nación (Argentina).
Por Andrés Oppenheimer.